Más historias de Xi'an

Continúo con el viaje a Xi'an:


Y esto fue sólo el comienzo
Para el deleite de los chicos:
¡verduras!
Después de la visita a la escuela nos fuimos a comer, igual que la noche anterior nos sirvieron muchísima comida, me daba mucha pena que dejábamos más de la mitad pero era imposible acabarse todo. Lo que nunca faltó en la mesa fueron el arroz al vapor, la sopa de fideos chinos, el Bok Choy y la lechuga al vapor.


Ian y Hasin sirviéndose noodles.
También nos tocaron algunas especialidades, una de ellas era una especie de picadillo de carne de cerdo con láminas de algo parecido al tocino encima. Para acompañarlo había unos como bollitos cocidos al vapor. Se me hizo rico pero algo salado.

La siguiente escala fue el Museo de Historia de Shaanxi. Las pañoletas de la mañana se transformaron (ver la entrada anterior) y ahora era una banda de piratas la que recorría las salas aprendiendo sobre la historia milenaria de China. Si se fijan con cuidado en las fotos, pueden ver a los chicos con la pañoleta roja en la cabeza. Dos horas fueron más que suficientes para los chicos y para que desfogaran un poco de energía fuimos a una plaza frente a la Big Goose Pagoda. 



Por cierto, ese primer día en Xi'an hizo calor, la temperatura máxima fue de 27 grados, el cielo se veía azul y todas las chamarras y suéteres se quedaron en el hotel.
Igual que en México, en China los vendedores ambulantes caminan por las calles ofreciendo sus productos. Ese día los que estaban en la plaza tuvieron suerte: a los chicos les gustó uno de los juguetes, un cruce entre pájaro y avión que volaba gracias a un sencillo mecanismo impulsado por una liga. En menos de dos minutos, todos los alumnos tenían su juguetito y se entretuvieron un buen rato haciéndolos volar.

La última parada del día fue el barrio musulmán, al que regresamos el último día por lo mucho que les gustó a todos y del cual les platicaré después.

El tercer día el clima cambió de manera radical, comenzó a refrescar y la ciudad se cubrió de bruma, el cielo ahora era gris amarillento y el viento traía polvo y arena consigo. La visibilidad era mínima y el sol parecía más bien una luna difusa colgada del firmamento. Previsores, los profesores habían traído mascarillas desechables para todos para proteger las vías respiratorias. Nuestra primera escala del día fue el Museo del Hombre Prehistórico de Banpo. La verdad, no había mucho que ver, solamente las marcas que dejaron los maderos de  las casas en el suelo y algunos entierros. Bueno, sí hubo detalles simpáticos: primero, que ya en aquella época tenían vaporeras. Luego, el letrero explicando la sociedad primitiva, donde dice 


¿Comunismo en la prehistoria?
Cada quien acomoda la historia como mejor le conviene...

Nuestra siguiente parada fue el 
Sitio de las Aguas Termales de Huaquin, aguas curativas que durante muchos siglos estuvieron reservadas al emperador. Hay una leyenda de amor asociada con el lugar a la que no le puse mucha atención porque era un esfuerzo titánico entender el acento de la guía y no reírme de sus gestos. Cuando contaba las escenas emocionantes, abría los ojos y acercaba su cara a la persona que estuviera más cerca de ella, como si tratara de hechizarla.  

Casi todas las edificaciones del sitio son recientes, los pequeños lagos, los puentes, los edificios, de lo poco original que queda están las diferentes pozas en las que se bañaban el emperador, la emperatriz, las concubinas. Aun así, es un lugar muy visitado por los turistas locales.

Conforme pasaba el día, el cielo se hizo cada vez mas opaco y gris y la visibilidad se redujo a un mínimo. Sentíamos la arena y el polvo ardiendo en nuestros ojos y resecando las gargantas. China tiene un serio problema con la contaminación, creo que nunca he visto algo semejante a ese dia, ni siquiera en los peores momentos de la Ciudad de Mexico.

Antes de ir a ver los Guerreros de Terracota, fuimos a comer bing bing noodles, un tipo de fideos anchos típicos de la zona. La masa se va estirando a mano, poco a poco, hasta lograr unas tiras de como un metro de largo por tres centímetros de ancho que luego se cocinan en caldo. El caracter chino para nombrar estos fideos es uno de los mas complejos ya que lleva como cuarenta trazos. Llegando al restaurante, por un momento pareció que estábamos en Las Vegas: al fondo del estacionamiento se levantaban dos enormes estatuas egipcias, mientras del otro lado de la calle nos vigilaba la Esfinge. 

Pero basta por hoy, ya les contaré acerca de los Guerreros de Terracota en otra ocasión, si es que encuentro las palabras. Vale la pena ir a verlos, me siento afortunada de haber podido disfrutar esta experiencia. 

Por cierto, el 15 de marzo dio inicio una exposición sobre el emperador Qin en el museo de historia de Berna, para los que viven en Suiza o van a estar ahí en el verano. Se pueden ver diez figuras de guerreros y otros 220  objetos encontrados en la tumba. Les dejo el enlace al blog del museo con información interesantísima; aunque está en alemán, vale la pena entrar para ver las fotos. Agradezco a mi tío, quien vive en Winterthur, por escribirme acerca de la exhibición que obviamente irá a visitar.

Enlace al blog sobre la exhibición Qin en Suiza

Enlace al primer álbum de fotos

Fotos de los museos

Comments

  1. Estoy totalmente de acuerdo contigo, ir a ver los guerreros de terracota es una experiencia única. ¡Es increíble cómo los chinos pudieron hacer grandes obras hace más de 2 mil años! En mi caso, fui con un tour, por lo tanto solo pudimos estar como una hora viendo a los guerreros, espero algún día poder ir y disfrutarlos a mi ritmo, así como entrar al museo de sitio, al cual ni siquiera nos llevaron =(

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