Vacaciones de Semana Santa

La entrada al templo de ¿?
Ya olvidé el nombre, jeje..
¡Cómo pasa el tiempo! Mejor no cuento cuántos meses han pasado desde abril hasta ahora, y sigo sin terminar la reseña del viaje. Por un lado no me llegaba la inspiración y por el otro se atravesaron las vacaciones de verano, donde sólo toco la computadora para revisar mis correos y usar Skype para las llamadas de larga distancia. Ahora que estoy trabajando en la escuela, se me va mucho tiempo preparando las clases y cumpliendo con toda la parte administrativa. Por ejemplo, todos los días tengo que subir las tareas a la página de la escuela; registrar las calificaciones de tareas, exámenes, presentaciones, proyectos, en internet, asistir a las juntas generales y departamentales... Aunque no me quejo, estoy aprendiendo muchísimo, sólo que toma tiempo, que luego me falta para escribir aquí.

Chiang Mai, Tailandia, fue el destino elegido para nuestras vacaciones de Semana Santa. Ulises y Santiago se fueron un día antes y yo me quedé con Andrea y Nico porque los dos tenían actividades en la escuela a las que no podían faltar: un examen de inglés y un debate si los aparatos electrónicos son malos para el desarrollo de los niños: Are gadgets bad for children´s development?
Cuando nosotros tres llegamos a Chiang Mai, un miércoles por la noche, Ulises y Santi nos tenían preparado el programa de los siguientes días, ya que habían aprovechado el día para explorar y buscar qué hacer.
Lo que parece tienda de ropa 
en realidad es una lavandería:
cuelgan la ropa en la banqueta
para secarla.
Lo primero que hicimos fue dar una vuelta por el centro de la ciudad. Originalmente estaba rodeada de una muralla y un foso con agua y aún quedan bastantes tramos de la muralla de ladrillos a lo largo del foso. De tramo en tramo hay puentes para poder entrar o salir; de repente cuando tomábamos un tuk-tuk (un tipo de mototaxis) para regresar al hotel, pasábamos dos veces por el mismo lugar, una vez yendo hacia el puente para poder salir del centro y otra vez pasando de regreso hacia la calle donde queríamos ir.
Originalmente un palacio real, ahora uno de
los museos de la ciudad.
En el interior del palacio. Me  sigo
sorprendiendo cómo perduran las edificaciones
 de madera a pesar del calor y la humedad.








El Bed and Breakfast en el que nos quedamos estaba muy bien ubicado, ya que caminando podíamos llegar a muchos lados del centro. También nos servían unos desayunos deliciosos; a veces más occidentales y en otras ocasiones típicamente tailandeses. Seguro querrán saber en qué consiste un desayuno tailandés: pues a cada quien nos ponían un plato hondo con caldo y fideos chinos enfrente, mientras que al centro servían platos pequeños con diferentes guisados (pollo, res, verduras) que compartíamos todos. De postre nos daban un platón de fruta. Pero a mí lo que más me gustó todas las mañanas fue el café: cargado sin ser amargo ¡perfecto para iniciar el día!
Afuera de la iglesia: un elefantito
La construcción también era estilo tailandés, sencillo pero agradable. El único detalle es que no tienen cristales las ventanas, sino que las cierran con postigos de madera, lo que oscurece mucho las habitaciones. Aunque la verdad no nos importó mucho porque la mayor parte del tiempo la pasamos fuera, explorando y conociendo. Y por las noches de todas maneras había que cerrar ventanas porque dormíamos con el airea acondicionado por el calor.

Chian Mai es conocido por sus mercados de artesanías, uno que es fijo y otros que se ponen sobre las calles, parecido a nuestros mercados sobre ruedas pero sin vender alimentos. Lo curioso es que son nocturnos para evitar el calor del sol y poder pasear, vender y comprar a gusto.

Además de aretes, morrales, pantalones guangos tipo Tepoztlán o Coyoacán, encontramos unas cajitas redondas que adentro tenían flores hechas de jabón, muy detalladas, con cada pétalo formado y pintado de manera individual.

Después de unos días en Chiang Mai, nos fuimos a un lago que está como a hora y media de la ciudad. Lo especial del lugar es que hay casas flotantes donde puedes ir a pasar el día o incluso quedarte a dormir. Del embarcadero te llevan con una lancha de motor, tardas alrededor de unos 20 minutos en llegar, y luego sientes que estás en el paraíso, en especial cuando se van los visitantes del día y únicamente se quedan los huéspedes del hotelito.

Nosostros aprovechamos la tarde para nadar y nadar; los chicos también rentaron un kayak con Ulises para irse a dar una vuelta, y antes de cenar jugamos unas rondas de juegos de mesa. Después de una deliciosa cena, con la pancita llena nos fuimos a las salitas con libro en mano, hasta que apagaron las luces (usan un generador por algunas horas) y nos fuimos a dormir.

La mañana siguiente nos levantamos tempranito a echarnos al lago antes del desayuno y pasamos el día igual: relajados, nadando, comiendo, leyendo, platicando... Solamente habíamos reservado para una noche porque había reseñas muy encontradas respecto al lugar, pero nos encantó y quisimos quedarnos un día más pero el hotel estaba completamente lleno. Así que a media tarde regresamos al embarcadero, donde tomamos una camioneta-taxi que nos llevó a otro hotel, en un club de golf en las afueras de Chiang Mai.

Pero ya fue mucho escribir por hoy, les dejo con las fotos:

Primera parte de las fotos

Segunda parte

Comments

  1. Muy padres fotos! A ver si me animo a conocer Chiang Mai, se ve que la pasaron súper!

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