Abrazos portátiles

Sábado por la tarde, invierno todavía pero con un solecito rico que calienta a través de las ventanas, un concierto de Billie Joel como música de fondo y ¡listo!: inspiración para nuevas entradas al blog.

La semilla que me lleva a escribir este texto se sembró hace varias décadas, en una casa que ya sólo existe en los recuerdos de quienes vivimos en ella algún día. Según mi memoria de niña, era una tarde soleada cuando mi mamá y mi abuela empezaron con la ardua tarea de enseñarnos a tejer a mi hermana y a mí.  Aunque -viéndolo desde  mi perspectiva adulta- es mucho más probable que se tratara de una tarde lluviosa y gris, en la que había que entretenernos con alguna cosa porque no podíamos salir al jardín a jugar.

Las primeras sesiones probablemente fueron más tortura que diversión, con manos y dedos que no me obedecían y estambre y  agujas con vida propia. Pero poco a poco, practicando mucho, logré dominar la técnica y me aficioné al tejido. 

El primer año en Hong Kong anduve ocupada con todo el cambio, ajustándome al nuevo estilo de vida, lidiando con trámites, escuelas nuevas, transporte, bueno, lo que a todos los que cambian de ciudad o de país les toca vivir.

En cuanto estuvimos más o menos organizados, empecé a buscar dónde vendían estambre. Al principio descubrí un puesto afuera del mercado de Mui Wo que una vez por semana -pero solamente en la temporada de frío- ofrecía una variedad limitada de estambres de mediana calidad.

Más adelante encontré las tiendas con estambres de lujo, donde una madeja de 50 gramos cuesta más que un platillo en nuestro restaurante favorito.

Una deliciosa cobija con una buena lectura: ¿qué más se puede pedir para una tarde de invierno?
Buscando y explorando, en Sham Shui Po encontré dos puestos en la Fa Yuen Street (un tipo de mercado sobre ruedas) y un local en el Dragon Centre donde ahora voy en busca de estambre cuando quiero iniciar un nuevo proyecto.

Hace cuatro años compré un estambre multicolor que me encantó; primero pensé en tejer un chaleco o un suéter, pero después de experimentar y sabiendo que Ana Pau en pocos meses se iría a la universidad, decidí mejor tejer una cobija para ella.

Tejiendo, tejiendo, la cobija se fue haciendo grande, y en cada puntada llevaba mi amor y mis buenos deseos para la nueva etapa que estaba por comenzar.  A fin de cuentas este "abrazo portátil" -como le llamamos aquí en la casa- ya no cupo en su maleta, y llegó hasta su residencia universitaria de la mano del cartero.

Después siguió la cobija de Andrea, tejida en su color favorito, el morado. Esta se me hizo un poco más difícil de tejer puesto que la hice en una sola pieza, mientras que la cobija de Ana Pau está formada por tiras largas cosidas. Lo que me gustó mucho del estabre morado es que me permitió jugar con las texturas y diseños, agregar trenzas y un borde en punto de arroz.


El último proyecto que acabo de terminar es la cobija para Santi. En un principio me había pedido que buscara estambre azul, gris y blanco, pero no encontré algo que me gustara en esos tonos. Finalmente Santi y yo nos decidimos por un estambre moteado, y elegí algunas de las madejas en verde y otras en naranja quemado. La cobija me da la sensación de estar acostada en un bosque, rodeada de árboles y hojarasca, en parte por los colores y en parte porque cada cuadrito que conforma la cobija parece una hoja estilizada.

Esta cobija la tejí extra larga, ya que Santi mide 1.80m; su cama y su endredón le quedan bastante justos, y me pidió poder taparse desde los pies hasta la cabeza con esta cobija.

¿Cómo quedará la cobija para Nico? 
No sé todavía, depende del estambre que encuentre, de los colores que nos agraden, y de la inspiración que me llegue.

Cuando comienzo una cobija, no tengo un plan hecho, sino que juego un poco con el estambre, cambio de agujas y veo cómo queda el tejido con agujas más grandes o más pequeñas; si se ve mejor con el hilo doble o sencillo, si da para hacer algún diseño o si mejor lo tejo en punto musgo... Lo que sí hago durante todo el tiempo que tengo las agujas en las manos es rezar por mis hijos y tratar de infundir mi amor en cada puntada.






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