Cuarentena segunda parte
Nuestra cuarentena familiar recibió un "upgrade" la semana pasada: desde el martes 7 de abril, Ulises y yo no podemos salir de nuestro departamento por un periodo de dos semanas. Nada de ir al super o de darnos una vuelta a la playa a disfrutar del sol; nada de caminatas matutinas cerro arriba para hacer ejercicio; nada de vernos con los chicos a comer en alguno de los restaurantes que todavía están abiertos.
Antes de seguir escribiendo, quiero aclarar que no nos hemos contagiado del coronavirus, para que no se preocupen.
Esta cuarentena es resultado de una aventura que comenzó a principios de marzo, cuando decidimos viajar a Camboya y Laos por unos días.
En aquel momento parecía que la situación con el Covid-19 estaba más o menos bajo control en Asia, con un número estable de enfermos en Hong Kong y Tailandia, y cero casos reportados en Camboya y Laos. Además, como la aerolínea había cancelado todos las rutas cubiertas por el A350, Ulises no tenía ya vuelos por el resto del mes.
Ya les contaré en más adelante sobre las ciudades y lugares que visitamos en estos dos países; en esta entrada les quiero platicar cómo es que acabamos en cuarentena obligada.
El día que volamos de Siem Riep, en Camboya, hacia Luang Prabang, en Laos, el gobierno de Hong Kong anunció que a partir del día siguiente, cualquiera que llegara del extranjero debía cumplir una cuarentena obligatoria de dos semanas en casa. La razón fue que el número de enfermos había aumentado drásticamente, sobre todo por casos importados de Europa.
Nuestro primer instinto fue tratar de modificar nuestra reservación para regresar a casa. Fueron un par de horas muy tensas, tratando de buscar opciones e imaginando los diferentes escenarios posibles. Por un lado me estresaba el saber que yo debía estar en Hong Kong el día 31 de marzo para la asamblea general de la asociación suiza, en la que iba a pasar la estafeta a la nueva presidente. Por otro lado, habían cancelado casi todos los vuelos hacia Hong Kong y los que quedaban estaban llenos por la gente que volvía con el fin de evitar la cuarentena, así que imposible de conseguir un lugar.
Finalmente decidimos seguir el plan original y esperar algunos días en Luang Prabang a que los vuelos estuvieran menos llenos
El hotel en Laos nos pareció un buen refugio para esperar. Está ubicado a orillas del río Mekong y cuenta con un enorme jardín y varias palapas donde pasar el día. Además, hay mucho espacio entre las diferentes casitas tradicionales que alojan las habitaciones. Al principio sólo había un huésped más, aunque a los dos días llegaron dos parejas alemanas muy simpáticas, con las que hicimos buenas migas.
Con lo que no contábamos fue que Tailandia, donde tendríamos que hacer conexión, pondría restricciones severas incluso a los pasajeros en tránsito: una prueba negativa del Covid-19. Y esa prueba no estaba disponible en Laos, o al parecer sólo en la capital, Vientiane.
El 25 de marzo, el gobierno de Tailandia dio un periodo de gracia de cinco días para pasajeros en tránsito, siendo necesario solamente un certificado de buena salud expedido por un médico. Pero para nosotros esa noticia llegaba un poco tarde: ya habían cancelado todos los vuelos internacionales de y hacia Laos.
No era nada fácil tomar decisiones ya que había poca información en inglés, datos que se contradecían, rumores que los comunicados oficiales confirmaban apenas unos días después. Un ejemplo: Laos Air aún vendía boletos en su página web para la ruta de Luang Prabang a Vientiane cuando no había aterrizado ni un solo avión en varios días...
También los chicos alemanes buscaban opciones, compartían sus hallazgos, y entre todos tratábamos de definir si sería mejor buscar cómo regresar a como diera lugar a nuestras casas, o esperar a que la situación se calmara un poco, con suerte hacia principios de mayo.
A fin de cuentas estos cuatro chicos decidieron irse a otro hotel, que contaba con una pequeña granja y por lo tanto podría ser autosuficiente en caso de ser necesario. Unos días más tarde salieron en minivan hacia Vientiane ya que les habían informado que el goberno alemán había organizado un vuelo de rescate para el día dos de abril.
Nosotros, mientras tanto, el lunes 30 de marzo nos enteramos que temprano a la mañana siguiente saldría un vuelo charter de Vientiane a Bangkok, organizado por un grupo de franceses. Desgraciadamente no nos daba tiempo de organizar una van de Luang Prabang a la capital, o de ir a una clínica para conseguir el certificado de buena salud. Así que a seguir esperando... Aunque las cosas se iban complicando ya que el gobierno de Laos decretó una cuarentena a nivel nacional del primero al 19 de abril, permitiendo sólo la salida para comprar víveres o acudir al hospital.
Durante este tiempo hubo días en que nos sentíamos tranquilos porque nos encontrábamos en un lugar seguro y hermoso, aunque también hubo momentos tensos donde nos sentíamos preocupados y dudábamos si habíamos tomado la decisión correcta.
Finalmente, el jueves dos de abril supimos que el siguiente domingo saldría un vuelo de Vientiane a Zurich, organizado por el gobierno suizo para repatriar a sus ciudadanos que se encontraban en Tailandia y Laos. No sólo eso: también se había organizado una van para poder llegar de Luang Prabang a Vientiane. Viendo que la situación con el Covid-19 iba para largo y que teníamos que estar de vuelta en Hong Kong hacia fines de abril a más tardar, decidimos volar a Zurich y de allí regresar a casa antes de que cancelaran los pocos vuelos disponibles entre Europa y Asia.
El viaje de Luang Prabang a Vientiane por coche fue toda una experiencia. Aunque sólo hay 325 km entre una ciudad y otra, el trayecto nos llevó poco más de ocho horas por el mal estado de las carreteras. Además hay que cruzar unas montañas y la pendiente es impresionante, en ciertas áreas hasta del 12%. En la parte con más curvas me acosté y traté de dormir un rato para evitar marearme, así que no pude apreciar la barranca del lado derecho ni los acantilados del lado izquierdo. De lo que me comentó después Ulises, el famoso "balcón del diablo" de la carretera federal México-Cuernavaca se queda corto...
Ya más cerca de la capital nos topamos con retenes a la orilla de la carretera, donde todos los vehículos eran controlados por la policía. En la primera ocasión nos tuvimos que apear todos para un chequeo de temperatura. También llevábamos un salvoconducto por parte de la embajada suiza en Bangkok (responsable también de Laos y Camboya), como pueden ver en la siguiente foto, aunque no fue necesario mostrarlo:
En el segundo retén la policía sólo interrogó al chofer y su acompañante; sabrá qué hayan dicho, pero nos dejaron pasar sin mayor revisión.
En Vientiane nos quedamos dos noches sin salir del hotel en absoluto; lo bueno es que el desayuno estaba incluido y la comida del restaurante estaba muy rica.
Aunque el vuelo estaba programado para las tres de la tarde, nos citaron a las once de la mañana en el aeropuerto, suponemos que para tener suficiente tiempo para llevar a cabo todas las revisiones y trámites.
Primer paso: revision de pasaporte y control si los pasajeros tenían un lugar confirmado en el vuelo. A pesar de que el vuelo fue organizado por el gobierno suizo, los lugares sobrantes fueron ofrecidos a otros europeos que deseaban regresar a su país de origen; había españoles, belgas, noruegos, suecos... Para aquellos interesados que no tenían un asiento confirmado ofrecieron la posibilidad de apuntarse en la lista de espera, por si alguno de los pasajeros confirmados no llegaba a la mera hora.
Antes de entrar a la terminal había una mesa con cubrebocas, guantes y gel desinfectante, y una vez adentro lo primero era un control de temperatura. El siguiente paso era entregar la carta responsiva comprometiéndonos a pagar el vuelo. A la fecha no sabemos bien en cuánto nos va a salir el viaje, pero parece que el costo va a ser equivalente a un boleto normal en esa ruta. Es la primera vez que tomamos un avión en la modalidad de "viaje ahora y pague después", jeje.
De ahí pasamos a los mostradores para documentarnos; todo el proceso lo estaban haciendo manual, como hace treinta años, y descubrimos que habían asignado los asientos de acuerdo con la primera letra del apellido, por lo que nos tocaron asientos separados. La verdad a esas alturas era un detalle sin importancia, lo importante era tener lugar en el vuelo para poder llegar a casa.
Los organizadores tuvieron un muy buen detalle: sabiendo que las tiendas y restaurantes en el aeropuerto iban a estar cerrados, a cada pasajero le dieron una baguette estilo Laos (rellena con paté y carne de cerdo, lechuga, jitomate y un aderezo delicioso) y una botella con agua. =)
El Boeing 777 de Swiss había salido el sábado de Zurich a Bangkok, para volar de Bangkok a Vientiane el domingo, ya con las personas que deseaban abandonar Talandia, para después recoger a los turistas en Laos.
El vuelo venía bastante lleno, pero tuvimos la suerte que el asiento junto a Ulises estaba desocupado, así que me cambié en cuanto pude. Los asientos de business class los reservaron para los pasajeros de la tercera edad.
A pesar de ser un vuelo fuera de itinerario y de tener una jornada larguísima, la tripulación nos trató muy bien, siempre con una sonrisa y con mucha amabilidad. Poco antes de aterrizar pasaron repartiendo huevitos de chocolate, y al momento de desembarcar a cada pasajero le tocó un conejo de chocolate de Lindt. Obvio que los conejos se los guardamos a los chicos, jeje.
Por cierto que al momento de desembarcar lo hicieron de dos filas en dos filas, pidiendo que mantuviéramos al menos un metro y medio de distancia con el pasajero frente a nosotros.
Después de una corta noche en un hotel, regresamos al aeropuerto para tomar nuestros vuelos, primero hacia Amsterdam y de allí hacia Hong Kong.
Fue impresionante ver tanto la ciudad como el aeropuerto de Zurich vacíos, con casi todos los mostradores y negocios cerrados. Lo bueno es que el Migros estaba abierto, y aprovechamos para comprar un buen surtido de quesos para llevar a casa, además de una baguette y un poco de fruta para comer durante nuestra escala en Holanda.
Llegando a Hong Kong nuevamente toda una serie de revisiones y controles antes de poder siquiera pasar migración: chequeo de temperatura; formas que llenar declarando el estado de salud y aceptando la cuarentena en casa; revisión que tuviéramos la aplicación de monitoreo instalada en el teléfono; instrucciones para la prueba de Covdi-19 y horarios y lugares de entrega, y, finalmente, la pulsera electrónica que nos podremos quitar el día 20 de abril a la media noche:
Como dijo una amiga muy querida cuando vio la foto: en las buenas, en las malas y en las cuarentenas por pademias, jeje.
Varias personas me han preguntado cómo funcionan los brazaletes; la verdad no estoy muy segura, pero varias veces al día nuestro teléfono vibra con una alerta de la aplicación "Stay Home Safe" (qué nombre más original, ¿verdad?) para que escaneemos el código QR del brazalete. El móvil por su parte debe estar conectado al internet y con el wifi y el bluetooth prendido las 24 horas.
El día de hoy, además, sorpesivamente recibimos visita de tres policías para verificar que realmente estuviéramos en casa.
Otra cosa que debemos hacer es tomarnos la temperatura mañana y noche; lo bueno es que somos ambos porque si no, seguro que se me olvidaría la mitad de las veces, jeje.
Antes de seguir escribiendo, quiero aclarar que no nos hemos contagiado del coronavirus, para que no se preocupen.
Esta cuarentena es resultado de una aventura que comenzó a principios de marzo, cuando decidimos viajar a Camboya y Laos por unos días.
En aquel momento parecía que la situación con el Covid-19 estaba más o menos bajo control en Asia, con un número estable de enfermos en Hong Kong y Tailandia, y cero casos reportados en Camboya y Laos. Además, como la aerolínea había cancelado todos las rutas cubiertas por el A350, Ulises no tenía ya vuelos por el resto del mes.
Ya les contaré en más adelante sobre las ciudades y lugares que visitamos en estos dos países; en esta entrada les quiero platicar cómo es que acabamos en cuarentena obligada.
El día que volamos de Siem Riep, en Camboya, hacia Luang Prabang, en Laos, el gobierno de Hong Kong anunció que a partir del día siguiente, cualquiera que llegara del extranjero debía cumplir una cuarentena obligatoria de dos semanas en casa. La razón fue que el número de enfermos había aumentado drásticamente, sobre todo por casos importados de Europa.
Nuestro primer instinto fue tratar de modificar nuestra reservación para regresar a casa. Fueron un par de horas muy tensas, tratando de buscar opciones e imaginando los diferentes escenarios posibles. Por un lado me estresaba el saber que yo debía estar en Hong Kong el día 31 de marzo para la asamblea general de la asociación suiza, en la que iba a pasar la estafeta a la nueva presidente. Por otro lado, habían cancelado casi todos los vuelos hacia Hong Kong y los que quedaban estaban llenos por la gente que volvía con el fin de evitar la cuarentena, así que imposible de conseguir un lugar.
Finalmente decidimos seguir el plan original y esperar algunos días en Luang Prabang a que los vuelos estuvieran menos llenos
El hotel en Laos nos pareció un buen refugio para esperar. Está ubicado a orillas del río Mekong y cuenta con un enorme jardín y varias palapas donde pasar el día. Además, hay mucho espacio entre las diferentes casitas tradicionales que alojan las habitaciones. Al principio sólo había un huésped más, aunque a los dos días llegaron dos parejas alemanas muy simpáticas, con las que hicimos buenas migas.
Con lo que no contábamos fue que Tailandia, donde tendríamos que hacer conexión, pondría restricciones severas incluso a los pasajeros en tránsito: una prueba negativa del Covid-19. Y esa prueba no estaba disponible en Laos, o al parecer sólo en la capital, Vientiane.
El 25 de marzo, el gobierno de Tailandia dio un periodo de gracia de cinco días para pasajeros en tránsito, siendo necesario solamente un certificado de buena salud expedido por un médico. Pero para nosotros esa noticia llegaba un poco tarde: ya habían cancelado todos los vuelos internacionales de y hacia Laos.
No era nada fácil tomar decisiones ya que había poca información en inglés, datos que se contradecían, rumores que los comunicados oficiales confirmaban apenas unos días después. Un ejemplo: Laos Air aún vendía boletos en su página web para la ruta de Luang Prabang a Vientiane cuando no había aterrizado ni un solo avión en varios días...
También los chicos alemanes buscaban opciones, compartían sus hallazgos, y entre todos tratábamos de definir si sería mejor buscar cómo regresar a como diera lugar a nuestras casas, o esperar a que la situación se calmara un poco, con suerte hacia principios de mayo.
A fin de cuentas estos cuatro chicos decidieron irse a otro hotel, que contaba con una pequeña granja y por lo tanto podría ser autosuficiente en caso de ser necesario. Unos días más tarde salieron en minivan hacia Vientiane ya que les habían informado que el goberno alemán había organizado un vuelo de rescate para el día dos de abril.
Nosotros, mientras tanto, el lunes 30 de marzo nos enteramos que temprano a la mañana siguiente saldría un vuelo charter de Vientiane a Bangkok, organizado por un grupo de franceses. Desgraciadamente no nos daba tiempo de organizar una van de Luang Prabang a la capital, o de ir a una clínica para conseguir el certificado de buena salud. Así que a seguir esperando... Aunque las cosas se iban complicando ya que el gobierno de Laos decretó una cuarentena a nivel nacional del primero al 19 de abril, permitiendo sólo la salida para comprar víveres o acudir al hospital.
Durante este tiempo hubo días en que nos sentíamos tranquilos porque nos encontrábamos en un lugar seguro y hermoso, aunque también hubo momentos tensos donde nos sentíamos preocupados y dudábamos si habíamos tomado la decisión correcta.
Finalmente, el jueves dos de abril supimos que el siguiente domingo saldría un vuelo de Vientiane a Zurich, organizado por el gobierno suizo para repatriar a sus ciudadanos que se encontraban en Tailandia y Laos. No sólo eso: también se había organizado una van para poder llegar de Luang Prabang a Vientiane. Viendo que la situación con el Covid-19 iba para largo y que teníamos que estar de vuelta en Hong Kong hacia fines de abril a más tardar, decidimos volar a Zurich y de allí regresar a casa antes de que cancelaran los pocos vuelos disponibles entre Europa y Asia.
El viaje de Luang Prabang a Vientiane por coche fue toda una experiencia. Aunque sólo hay 325 km entre una ciudad y otra, el trayecto nos llevó poco más de ocho horas por el mal estado de las carreteras. Además hay que cruzar unas montañas y la pendiente es impresionante, en ciertas áreas hasta del 12%. En la parte con más curvas me acosté y traté de dormir un rato para evitar marearme, así que no pude apreciar la barranca del lado derecho ni los acantilados del lado izquierdo. De lo que me comentó después Ulises, el famoso "balcón del diablo" de la carretera federal México-Cuernavaca se queda corto...
Ya más cerca de la capital nos topamos con retenes a la orilla de la carretera, donde todos los vehículos eran controlados por la policía. En la primera ocasión nos tuvimos que apear todos para un chequeo de temperatura. También llevábamos un salvoconducto por parte de la embajada suiza en Bangkok (responsable también de Laos y Camboya), como pueden ver en la siguiente foto, aunque no fue necesario mostrarlo:
En el segundo retén la policía sólo interrogó al chofer y su acompañante; sabrá qué hayan dicho, pero nos dejaron pasar sin mayor revisión.
En Vientiane nos quedamos dos noches sin salir del hotel en absoluto; lo bueno es que el desayuno estaba incluido y la comida del restaurante estaba muy rica.
Aunque el vuelo estaba programado para las tres de la tarde, nos citaron a las once de la mañana en el aeropuerto, suponemos que para tener suficiente tiempo para llevar a cabo todas las revisiones y trámites.
Primer paso: revision de pasaporte y control si los pasajeros tenían un lugar confirmado en el vuelo. A pesar de que el vuelo fue organizado por el gobierno suizo, los lugares sobrantes fueron ofrecidos a otros europeos que deseaban regresar a su país de origen; había españoles, belgas, noruegos, suecos... Para aquellos interesados que no tenían un asiento confirmado ofrecieron la posibilidad de apuntarse en la lista de espera, por si alguno de los pasajeros confirmados no llegaba a la mera hora.
Antes de entrar a la terminal había una mesa con cubrebocas, guantes y gel desinfectante, y una vez adentro lo primero era un control de temperatura. El siguiente paso era entregar la carta responsiva comprometiéndonos a pagar el vuelo. A la fecha no sabemos bien en cuánto nos va a salir el viaje, pero parece que el costo va a ser equivalente a un boleto normal en esa ruta. Es la primera vez que tomamos un avión en la modalidad de "viaje ahora y pague después", jeje.
De ahí pasamos a los mostradores para documentarnos; todo el proceso lo estaban haciendo manual, como hace treinta años, y descubrimos que habían asignado los asientos de acuerdo con la primera letra del apellido, por lo que nos tocaron asientos separados. La verdad a esas alturas era un detalle sin importancia, lo importante era tener lugar en el vuelo para poder llegar a casa.
Los organizadores tuvieron un muy buen detalle: sabiendo que las tiendas y restaurantes en el aeropuerto iban a estar cerrados, a cada pasajero le dieron una baguette estilo Laos (rellena con paté y carne de cerdo, lechuga, jitomate y un aderezo delicioso) y una botella con agua. =)
El Boeing 777 de Swiss había salido el sábado de Zurich a Bangkok, para volar de Bangkok a Vientiane el domingo, ya con las personas que deseaban abandonar Talandia, para después recoger a los turistas en Laos.
El vuelo venía bastante lleno, pero tuvimos la suerte que el asiento junto a Ulises estaba desocupado, así que me cambié en cuanto pude. Los asientos de business class los reservaron para los pasajeros de la tercera edad.
Listos para abordar =) |
A pesar de ser un vuelo fuera de itinerario y de tener una jornada larguísima, la tripulación nos trató muy bien, siempre con una sonrisa y con mucha amabilidad. Poco antes de aterrizar pasaron repartiendo huevitos de chocolate, y al momento de desembarcar a cada pasajero le tocó un conejo de chocolate de Lindt. Obvio que los conejos se los guardamos a los chicos, jeje.
Por cierto que al momento de desembarcar lo hicieron de dos filas en dos filas, pidiendo que mantuviéramos al menos un metro y medio de distancia con el pasajero frente a nosotros.
Después de una corta noche en un hotel, regresamos al aeropuerto para tomar nuestros vuelos, primero hacia Amsterdam y de allí hacia Hong Kong.
Fue impresionante ver tanto la ciudad como el aeropuerto de Zurich vacíos, con casi todos los mostradores y negocios cerrados. Lo bueno es que el Migros estaba abierto, y aprovechamos para comprar un buen surtido de quesos para llevar a casa, además de una baguette y un poco de fruta para comer durante nuestra escala en Holanda.
Llegando a Hong Kong nuevamente toda una serie de revisiones y controles antes de poder siquiera pasar migración: chequeo de temperatura; formas que llenar declarando el estado de salud y aceptando la cuarentena en casa; revisión que tuviéramos la aplicación de monitoreo instalada en el teléfono; instrucciones para la prueba de Covdi-19 y horarios y lugares de entrega, y, finalmente, la pulsera electrónica que nos podremos quitar el día 20 de abril a la media noche:
Como dijo una amiga muy querida cuando vio la foto: en las buenas, en las malas y en las cuarentenas por pademias, jeje.
Varias personas me han preguntado cómo funcionan los brazaletes; la verdad no estoy muy segura, pero varias veces al día nuestro teléfono vibra con una alerta de la aplicación "Stay Home Safe" (qué nombre más original, ¿verdad?) para que escaneemos el código QR del brazalete. El móvil por su parte debe estar conectado al internet y con el wifi y el bluetooth prendido las 24 horas.
El día de hoy, además, sorpesivamente recibimos visita de tres policías para verificar que realmente estuviéramos en casa.
Otra cosa que debemos hacer es tomarnos la temperatura mañana y noche; lo bueno es que somos ambos porque si no, seguro que se me olvidaría la mitad de las veces, jeje.
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