Más de Mongolia
Desespero esta noche: el internet está lento, muy lento... Dan ganas de pararse e ir por algo de comer en lo que cargan las páginas, pero ya es tarde como para estar botaneando. Aparte ya hace falta que vaya al super pero con el calor y la humedad de estos días no tengo muchas ganas de agarrar mi bicicleta para ir de compras.
En lo que espero a que responda la página del blog, trato de recrear esos pocos días en Mongolia, buscando revivir las experiencias, sentimientos y deseos con los que regresamos a Hong Kong.
Me doy cuenta, con mucha tristeza, que el entusiasmo inicial con el que regresamos se topa con las realidades de nuestra vida diaria y se diluye con las comodidades de esta metrólpli cosmopolita. Estoy segura de que acá también existe la pobreza y que incluso hay gente que vive en la miseria, pero ese aspecto de la vida se esconde bien. No sabría decir, por ejemplo, si hay calles o caminos sin pavimentar, o casas que no cuenten con el servicio de agua. Lo que sí sé es que hay personas que viven en un departamento minúsculo, tal vez de cuatro o cinco metros cuadrados, compartiendo el baño y una minúscula hornilla con los demás inquilinos. Las estadísticas mencionan entre 80,000 y 170,000 personas en esta situación. Otra zona oscura es la de las trabajadoras domésticas: llegan a Hong Kong ya enormemente endeudadas con la agencia de colocación que les ayudó a tramitar los permisos de trabajo y les consiguió el trabajo pero que en muchas ocasiones también les quita el pasaporte o cuaquier otro documento de identidad que pudieran tener y no les explica cuáles son sus derechos, abriendo la puerta a diversos abusos como trabajar 14 o 16 horas diarias, no tener una habitación para ellas, no tener días de descanso, entre otros.
Pero regreso a nuestro viaje a Mongolia:
El segundo día de nuestra estancia, por la mañana fuimos a una casa-hogar para niñas, Desert Rose, a jugar y platicar con las pequeñas que han encontrado un refugio ahí.
Muchas familias comparten el ger, ese espacio pequeñito, con otra familia ya que con eso reducen su gastos. Pero la hacinación lleva a otros problemas: violencia intrafamiliar y abuso psicológico y físico. Muchas niñas de ocho, nueve, diez años prefieren vivir en la calles que continuar es esa situación, y es aquí donde entra Desert Rose, ofreciendo un refugio a las chicas, un hogar donde no sólo tienen cubiertas sus necesidades de techo, vestido y alimentación sino que también reciben amor y protecció y donde se les permite ser niñas y vivir sin miedo.
Durante nuestra visita, después de las presentaciones, nuevamente nos dividimos en equipos para convivir un rato con las chicas. Con nosotros estaban dos pequeñas y propusieron jugar "Memoria" con nosotros. De chica jugaba yo mucho con mi madre y mis hermanos pero he perdido la práctica de estar concentrada y fijarme bien dónde están las parejas de la fichas que el otro jugador acaba de voltear. La niña de Desert Rose, en cambio, era una experta. No fue sino hasta la tercera ronda que uno de nosotros logró ganarle, cosa que no le gustó mucho, pero al fin puso buena cara al mal tiempo y siguió jugando.
Para cerrar nuestra visita, nos reunimos todos en la sala para cantar. Bueno, aquellos que me conocen saben que soy bastante desentonada, así que yo sólo canté bajito y disfruté de aquellos que sí tienen buena voz.
A la hora de la comida fuimos a un restaurante estilo fonda, donde comimos platillos típicos mongoles cuyo ingrediente principal es el cordero: Sheperd's Pie (puré de papa con picadillo de cordero en salsa de carne); pasta con trocitos de cordero; algo similar a las quesadillas de ciudad de México, es decir, sin queso pero rellenas de cordero... Es sorprendente la variedad de platillos que han desarrollado con este tipo de carne y las pocas verduras disponibles.
Por la tarde fuimos a uno de los dos centros comunitarios que tiene Flourishing Future y montamos una pequeña feria con juegos para los niños: lanzar aros, "pescar" premios, pintura facial, sillas musicales... Pero creo que lo que más les gustó fue una actividad sencillísima: jugar con globos. De uno de los salones sacaron todos los escritorios y sillas y metieron una infinidad de globos para que los chiquitos los pudieran lanzar al aire. No recuerdo si fueron dos o tres horas pero el tiempo se nos pasó de volada, disfrutando ver a los pequeños ser niños, jugando y divirtiéndose como enanos.
El centro comunitario fue construido por Troy, el director de Flourishing Future, con sus ayudantes, enseñándoles a trabajar la madera, levantar una construcción, colocar laminado en los pisos, hacer alacenas y anaqueles. Un aspecto interesante de la construcción es que no tiene una sola ventana hacia el norte ero no es por el frío, como yo supuse, sino por las tormentas de arena que normalmente vienen de esa dirección. ¡Qué contraste tan grande entre ese país tan seco, expuesto a tormentas de arena, con nuestra ciudad, donde hay temporadas en que, si no pones atención, todo se enmohece y huele a humedad!
En lo que espero a que responda la página del blog, trato de recrear esos pocos días en Mongolia, buscando revivir las experiencias, sentimientos y deseos con los que regresamos a Hong Kong.
Me doy cuenta, con mucha tristeza, que el entusiasmo inicial con el que regresamos se topa con las realidades de nuestra vida diaria y se diluye con las comodidades de esta metrólpli cosmopolita. Estoy segura de que acá también existe la pobreza y que incluso hay gente que vive en la miseria, pero ese aspecto de la vida se esconde bien. No sabría decir, por ejemplo, si hay calles o caminos sin pavimentar, o casas que no cuenten con el servicio de agua. Lo que sí sé es que hay personas que viven en un departamento minúsculo, tal vez de cuatro o cinco metros cuadrados, compartiendo el baño y una minúscula hornilla con los demás inquilinos. Las estadísticas mencionan entre 80,000 y 170,000 personas en esta situación. Otra zona oscura es la de las trabajadoras domésticas: llegan a Hong Kong ya enormemente endeudadas con la agencia de colocación que les ayudó a tramitar los permisos de trabajo y les consiguió el trabajo pero que en muchas ocasiones también les quita el pasaporte o cuaquier otro documento de identidad que pudieran tener y no les explica cuáles son sus derechos, abriendo la puerta a diversos abusos como trabajar 14 o 16 horas diarias, no tener una habitación para ellas, no tener días de descanso, entre otros.
Pero regreso a nuestro viaje a Mongolia:
El segundo día de nuestra estancia, por la mañana fuimos a una casa-hogar para niñas, Desert Rose, a jugar y platicar con las pequeñas que han encontrado un refugio ahí.
Muchas familias comparten el ger, ese espacio pequeñito, con otra familia ya que con eso reducen su gastos. Pero la hacinación lleva a otros problemas: violencia intrafamiliar y abuso psicológico y físico. Muchas niñas de ocho, nueve, diez años prefieren vivir en la calles que continuar es esa situación, y es aquí donde entra Desert Rose, ofreciendo un refugio a las chicas, un hogar donde no sólo tienen cubiertas sus necesidades de techo, vestido y alimentación sino que también reciben amor y protecció y donde se les permite ser niñas y vivir sin miedo.
Durante nuestra visita, después de las presentaciones, nuevamente nos dividimos en equipos para convivir un rato con las chicas. Con nosotros estaban dos pequeñas y propusieron jugar "Memoria" con nosotros. De chica jugaba yo mucho con mi madre y mis hermanos pero he perdido la práctica de estar concentrada y fijarme bien dónde están las parejas de la fichas que el otro jugador acaba de voltear. La niña de Desert Rose, en cambio, era una experta. No fue sino hasta la tercera ronda que uno de nosotros logró ganarle, cosa que no le gustó mucho, pero al fin puso buena cara al mal tiempo y siguió jugando.
Para cerrar nuestra visita, nos reunimos todos en la sala para cantar. Bueno, aquellos que me conocen saben que soy bastante desentonada, así que yo sólo canté bajito y disfruté de aquellos que sí tienen buena voz.
A la hora de la comida fuimos a un restaurante estilo fonda, donde comimos platillos típicos mongoles cuyo ingrediente principal es el cordero: Sheperd's Pie (puré de papa con picadillo de cordero en salsa de carne); pasta con trocitos de cordero; algo similar a las quesadillas de ciudad de México, es decir, sin queso pero rellenas de cordero... Es sorprendente la variedad de platillos que han desarrollado con este tipo de carne y las pocas verduras disponibles.
Por la tarde fuimos a uno de los dos centros comunitarios que tiene Flourishing Future y montamos una pequeña feria con juegos para los niños: lanzar aros, "pescar" premios, pintura facial, sillas musicales... Pero creo que lo que más les gustó fue una actividad sencillísima: jugar con globos. De uno de los salones sacaron todos los escritorios y sillas y metieron una infinidad de globos para que los chiquitos los pudieran lanzar al aire. No recuerdo si fueron dos o tres horas pero el tiempo se nos pasó de volada, disfrutando ver a los pequeños ser niños, jugando y divirtiéndose como enanos.
El centro comunitario fue construido por Troy, el director de Flourishing Future, con sus ayudantes, enseñándoles a trabajar la madera, levantar una construcción, colocar laminado en los pisos, hacer alacenas y anaqueles. Un aspecto interesante de la construcción es que no tiene una sola ventana hacia el norte ero no es por el frío, como yo supuse, sino por las tormentas de arena que normalmente vienen de esa dirección. ¡Qué contraste tan grande entre ese país tan seco, expuesto a tormentas de arena, con nuestra ciudad, donde hay temporadas en que, si no pones atención, todo se enmohece y huele a humedad!
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