Princess Margaret
Aunque suene como si hubiéramos recibido visita de la familia real británica, al oir Princess Margaret los residentes de Hong Kong inmediatamente sabrán de qué trata esta aventura. Pero déjenme platicarles:
Una mañana a mediados de mayo cuando bajé para desayunar me llevé la sorpresa de que Andrea ya estaba despierta, acostada en el sofá con cara de dolor. Llevaba levantada desde las cuatro de la mañana con un dolor abdominal bastante intenso, por lo que decidimos mejor ir al hospital para que la revisaran antes de que me tuviera que ir a dar mis clases de español.
Lo bueno es que tenemos un hospital recién inaugurado a menos de cinco minutos en coche con un servicio de emergencias excelente.
En menos de quince minutos ya la había revisado un médico quien nos dijo que por la sintomatología no podía descartar una apendicitis y que prefería que le hicieran estudios adicionales en el Hospital Princess Margaret. Como el North Lantau Hospital es tan nuevo, será hasta diciembre de este año que esté funcionando al 100%, y por eso nos mandaron en ambulancia al otro sanatorio que se encuentra en Lai King.
Mientras esperábamos la ambulancia el dolor fue en aumento, pero en cuanto Andrea se acostó en la camilla comenzó a disminuir, al grado que se quedó profundamente dormida.
Con todo y la preocupación por la situación de Andrea, se me hizo muy interesante ir dentro de una ambulancia y obsrvar cómo cada cosa tiene su lugar, sujeto a las paredes o en un anaquel, pero con la opción de removerlo del vehículo y llevarlo hasta el paciente si así se requiere.
Llegando al otro hospital pasaron a Andrea al cuarto piso, al área de cirugías, donde se tuvo que poner una de esas horrorosas batas de hospital que se aseguran con moños por la parte de atrás y le asignaron una cama. En cuanto estuvo instalada, a mí me echaron fuera y ella se quedó esperando a que pasara el médico en turno a revisarla.
Como el dolor había disminuído mucho pero persisitía con ciertos movimientos y los análisis de sangre no mostraban con claridad que había una infección, los médicos decidieron que se quedara en observación, pero sin comer nada, hasta la mañana siguiente. La maravilla de los tiempos modernos es que Andrea y yo estuvimos en contacto todo el tiempo por medio del celular.
Así la mantuvieron también todo el miércoles, en observación, sin comer y con las enfermeras en cada cambio de turno preguntándole: "¿Cuándo fue la última vez que comió?" Obviamente le hicieron más estudios, unos rayos X y un ultrasonido, y en base a éstos decidieron que sí era necesario quitarle el apéndice.
En un principio la cirugía estaba programada para el jueves en la noche pero tuvieron una emergencia en el hospital así que fue intervenida hasta el viernes en la mañanita. A las 5:30 am nos mandó un mensaje, avisando que en ese momento la bajaban al quirófano.
La laparoscopía fue de rutina y a medio día Andrea estaba de buen ánimo y lista para comer algo. Lo malo es que por estas tierras la dieta blanda consiste en congee, es decir, engrudo de arroz sin sal. Andrea moría de hambre e hizo el intento pero de veras que no hay manera de agarrale el gusto al líquido blanco. Yo también lo probé y estoy de acuerdo que se requiere de mucha hambre para comérselo. Lo bueno es que autorizaron que le llevara caldo de pollo en mi próxima visita.
Como la recuperación fue de acuerdo a lo esperado, la dieron de alta la mañana siguiente de la cirugía: todos respiramos aliviados de que Andrea estuviera en casa de nuevo después de su aventura en el hospital.
Una mañana a mediados de mayo cuando bajé para desayunar me llevé la sorpresa de que Andrea ya estaba despierta, acostada en el sofá con cara de dolor. Llevaba levantada desde las cuatro de la mañana con un dolor abdominal bastante intenso, por lo que decidimos mejor ir al hospital para que la revisaran antes de que me tuviera que ir a dar mis clases de español.
Lo bueno es que tenemos un hospital recién inaugurado a menos de cinco minutos en coche con un servicio de emergencias excelente.
En menos de quince minutos ya la había revisado un médico quien nos dijo que por la sintomatología no podía descartar una apendicitis y que prefería que le hicieran estudios adicionales en el Hospital Princess Margaret. Como el North Lantau Hospital es tan nuevo, será hasta diciembre de este año que esté funcionando al 100%, y por eso nos mandaron en ambulancia al otro sanatorio que se encuentra en Lai King.
¡No, no, no me tomes foto! La bata está espantosa. |
Mientras esperábamos la ambulancia el dolor fue en aumento, pero en cuanto Andrea se acostó en la camilla comenzó a disminuir, al grado que se quedó profundamente dormida.
Con todo y la preocupación por la situación de Andrea, se me hizo muy interesante ir dentro de una ambulancia y obsrvar cómo cada cosa tiene su lugar, sujeto a las paredes o en un anaquel, pero con la opción de removerlo del vehículo y llevarlo hasta el paciente si así se requiere.
Llegando al otro hospital pasaron a Andrea al cuarto piso, al área de cirugías, donde se tuvo que poner una de esas horrorosas batas de hospital que se aseguran con moños por la parte de atrás y le asignaron una cama. En cuanto estuvo instalada, a mí me echaron fuera y ella se quedó esperando a que pasara el médico en turno a revisarla.
Una peinadita en lo que esperamos la comida. |
Como el dolor había disminuído mucho pero persisitía con ciertos movimientos y los análisis de sangre no mostraban con claridad que había una infección, los médicos decidieron que se quedara en observación, pero sin comer nada, hasta la mañana siguiente. La maravilla de los tiempos modernos es que Andrea y yo estuvimos en contacto todo el tiempo por medio del celular.
Así la mantuvieron también todo el miércoles, en observación, sin comer y con las enfermeras en cada cambio de turno preguntándole: "¿Cuándo fue la última vez que comió?" Obviamente le hicieron más estudios, unos rayos X y un ultrasonido, y en base a éstos decidieron que sí era necesario quitarle el apéndice.
En un principio la cirugía estaba programada para el jueves en la noche pero tuvieron una emergencia en el hospital así que fue intervenida hasta el viernes en la mañanita. A las 5:30 am nos mandó un mensaje, avisando que en ese momento la bajaban al quirófano.
La laparoscopía fue de rutina y a medio día Andrea estaba de buen ánimo y lista para comer algo. Lo malo es que por estas tierras la dieta blanda consiste en congee, es decir, engrudo de arroz sin sal. Andrea moría de hambre e hizo el intento pero de veras que no hay manera de agarrale el gusto al líquido blanco. Yo también lo probé y estoy de acuerdo que se requiere de mucha hambre para comérselo. Lo bueno es que autorizaron que le llevara caldo de pollo en mi próxima visita.
Como la recuperación fue de acuerdo a lo esperado, la dieron de alta la mañana siguiente de la cirugía: todos respiramos aliviados de que Andrea estuviera en casa de nuevo después de su aventura en el hospital.
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