Una tarde de playa en Mui Wo

Cuando todavía estábamos en Mui Wo, un tarde cualquiera, en cuanto llegaron los chicos de la escuela fuimos a la playa  para jugar con un papalote en forma de barco que Gavin y Dorothy, unos de nuestros mejores amigos, les regalaron a los chicos de Navidad.

Esa tarde no había suficiente viento, pero aún así nos la pasamos increíble esperando a que Santi regresara de su entrenamiento de rugby y Ulises de su vuelo.

--¿Listo, Nico? Yo agarro el papalote y tú corres. A la una, a las dos y ¡a las tres!


-- ¡Más rápido que se cae!






Un velero varado en la arena, esperando un día de más viento para poder zarpar.

Claro, no pueden faltar los aparatos.

Esto es vida, playa, sol y buena compañía...
¿Habrá pescado algo?
Ahora que veo las fotos, sí extrañamos tener tan cerca la playa. Cualquier tarde sabrosa Ulises y yo nos dábamos nuestra vuelta con la bicicleta, con escala en la tiendita para una cervecita, nos sentábamos en una mesa o en la arena y disfrutábamos de la paz y tranquilidad.

Aunque también disfruto mucho no tener que madrugar, con la escuela a cinco minutos caminando las mañanas son más tranquilas y si a los chicos se les olvida algo ya no tengo que salir corriendo a llevárselos a la parada del camión, simplemente regresan a casa por lo que les haga falta.

Como seguramente ya habrán constatado por experiencia propia, todo tiene ventajas y desventajas.

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