Artesanos

Durante nuestra estancia en Luang Prabang tuvimos la suerte de poder observar de primera mano el trabajo de un grupo de maestros artesanos.
Como comenté en la entrada sobre el On the Mekong Resort, uno de nuestros lugares favoritos en el hotel era la palapa junto al río. Ahí era donde por las mañanas servían el desayuno, y por las tardes nos sentábamos en el sofá para leer y descansar un poco antes de admirar la puesta del sol sobre el Mekong.
Una tarde Ulises y yo salimos a comer a un restaurante que se encuentra a cinco minutos del hotel, con una ubicación muy similar en un colina a orillas del río, y que nos habían recomendado los chicos alemanes.

Desde que salimos el cielo había amenazado lluvia y como a los diez minutos que llegamos a nuestro destino comenzaron a caer las primeras gotas. Pero en esa ocasión no se trató de la típica lluvia tropical sino que se convirtió en una verdadera tormenta.

El viento se hacía cada vez más fuerte por lo que los empleados del lugar comenzaron a recoger y asegurar todo aquello que pudiera salir volando: los mantelitos de las mesas, los cojines de las sillas y sillones, las cortinas de carrizo que normalmente sirven para dar sombra... La lluvia salpicaba por doquier, y acabamos todos refugiados en la oficina del restaurante que era el área más protegida.

Nunca nos hubiéramos imaginado que el viento pudiera soplar con tanta fuerza, pero parece que la geografía de valle donde corre el Mekong crea un microclima que propicia que se generen estas ráfagas.

Cuando regresamos al hotel descubrimos que se había dañado la palapa ya que la fuerza del viento había roto dos de los pilares de madera que la sostenían.
Dos o tres días más tarde llegó un grupo de artesanos proveniente de alguno de los pueblos de la zona para reparar los daños. El gerente del hotel nos explicaba que ya no era tan sencillo encontrar quién supiera hacer este tipo de trabajo, y que estos artesanos habían venido a Luang Prabang exclusivamente para reparar la palapa.

Lo primero que hicieron fue estabilizar la estructura, enderezando y reforzando las columnas de madera. Esto les permitió subir al techo para desmontar las "tejas". El día que llegamos al hotel, cuando las vi ´por primera vez, pensé que eran hojas de palma, pero ya que las observé con detenimiento me fijé que están hechas de bambú. 

No sé si alguien alguna vez ha usado bambú para hacer una cerca o algo similar, así que espero poder explicarme: Los troncos de bambú se cortan en trozos como de unos 30 cm; éstos, a su vez, se cortan a lo largo pero sin llegar a partir la parte más gruesa, lo que permite abrirlos y extenderlos para que queden planos. Es decir, que quedan unas lajas de bambú unidas por uno de los extremos.

Los trabajadores dejaban estas "tejas" atadas y agrupadas según el tamaño y su ubicación en el tejado, como pueden ver en la siguiente foto:
Ya que tenían solamente el esqueleto del techo, repararon y reforzaron todas las trabes, para después colocar nuevamente las tejas de bambú.

Es increíble la cantidad de usos que dan al bambú en el sureste de Asia: lo utilizan para hacer techos, casas, andamios, cercas, muebles, tapetes, vasos, platos, escaleras... Creo que en México podríamos aprender de ellos ya que es un material muy resistente pero a la vez flexible, muy versátil, biodegradable, además que es una planta que crece extremadamente rápido.
Agradezco haber tenido la oportunidad de poder observar de primera mano a estos maestros artesanos entregando su corazón en la reparación de la palapa. =)









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