Humedad

Por si alguien tenía duda de los niveles de humedad que hemos tenido durante las últimas semanas en Hong Kong, les dejo el reporte del observatorio local:

Normalmente, los niveles están por encima del 80% y hay que tener mucho cuidado para que la ropa no se huela o los zapatos y bolsas no se llenen de hongos. En todos los armarios tengo los botes deshumidificadores, y aquello que no usamos porque ya ha empezado a hacer calor, como los edredones, lo guardo en bolsas de plástico bien selladas.

Aunque ya me ha pasado que bajo por la escalera y llego a la zapatera que tenemos junto a la puerta de entrada (porque acá nos quitamos los zapatos en cuanto entramos a la casa, como se acostumbra en muchos países como Canadá o Japón) para descubrir que esos zapatos que me quería poner y no había tocado en tres días ahora tienen un ligero tono azul-verdoso. Así que tengo la opción de regresar al baño a buscar la cera para zapatos, o usar otros zapatos, si es que llevo prisa.

Para el departamento además tenemos un aparato deshumidificador, pero para que verdaderamente sea efectivo deberíamos tenerlo encendido día y noche, con las ventanas cerradas. Lo malo es que después de un rato cansa el ruido que hace, por más discreto que parezca al principio. Y bueno, la foto no salió muy buena, pero en el indicador del aparato hay una carita que indica si el nivel de humedad del ambiente es aceptable o no. Y cuando es demasiado alto, la carita parece estar llorando. 
El otro día, esta carita expresó de maravilla mis sentimientos cuando, con todo y todo, abrimos nuestro armario y descubrimos como cuatro pantalones de Ulises y varios vestidos y blusas míos porque no sólo olían a mustio sino que estaban empezando a cambiar de color. ¡Puaj! Ese día de plano recurrí a la lavandería porque entre lluvia y humedad la ropa iba a tardar varios días en secarse -si es que se secaba.