Un fin de semana extraordinario (2a. parte)



Nuevamente es sabadito por la mñana y todo está en silencio en la casa; mi marido está dormido después de llegar del trabajo como a las dos de la mañana y los chicos se han ido a la escuela. Hoy es la ceremonia de graduación de Form 6 (tercero de prepa) y, aunque el evento comienza hasta las 14:30, los chicos deben de estar desde temprano para preparar el equipo de sonido del salón de usos múltiples. Alrededor de las once de la mañana va a haber un ensayo general con todos los alumnos presentes.

Yo también tengo que asistir como parte de mis obligaciones como profesora, aunque nunca les haya dado clase a los alumnos que se gradúan. Lo bueno es que me tengo que presentar hasta la 1:30 de la tarde. Pero ya les platicaré en otra entrada de este día.

Aprovechando el tiempo de paz y tranquilidad, voy a continuar escribiendo sobre aquel fin de semana en mayo que tanto disfrutamos. Como recordarán, el sábado por la mañana me fui a la caminata guiada en Shau Kei Wan y apenas me dio tiempo de llegar a casa, darme un regarderazo y refrescarme antes de que llegara nuestra visita. Ulises había ido por Juan y Marcela al aeropuerto porque llegar a nuestra casa la primera vez es un poco complicado, jeje -las desventajas de vivir en un pueblo pequeñito.  

La amistad de Juan y Ulises empezó haste bastante tiempo cuando los dos comenzaron a trabajar en la misma compañía hace ya algunos añitos. Juntos firmaron su contrato, juntos tomaron la capacitación inicial y juntos sufrieron las evaluaciones semestrales y los adiestramientos para cambio de equipo. Ahora nosotros estamos en Hong Kong y Juan y su esposa Marcela viven en Hanoi. Por cuestiones de la visa necesitaban salir de Vietnam por 24 horas, así decidieron venir a visitarnos. Nosotros, obviamente, ¡estuvimos encantados! 

Lo primero que hicimos cuando llegaron fue subir a nuestra terraza del techo con unas botanas, agua de limón con chía y la botella de tequila que nos trajeron de regalo. Platicamos un buen rato para ponernos al día de las últimas novedades de las respectivas familias, intercambiar experiencias de ir a vivir lejos de México, reírnos de las locas aventuras que hemos vivido y planear las actividades para los siguientes días.

Ya que nos dio hambre, tomamos el camión para ir a Mui Wo, donde comimos en un restaurante de mariscos delicioso con vista a la playa y seguimos poniéndonos al día. Después tomamos el ferry para ir hacia Central, donde llegamos justo a tiempo para ver el show de luces en los diferentes rascacielos. Abajo hay algunas fotos de cómo se ve el centro de Hong Kong por la noche y los diversos diseños con los que iluminan el edifico de HSBC.


Vista hacia Tsim Sha Tsui con el ICC, el edificio más alto de la ciudad.
Desde la zona de los muelles se disfruta del espectáculo, y luego fuimos a caminar por el centro; después nos subimos a un tranvía en dirección Wan Chai para luego regresar a la zona de Soho y acabar en Lan Kwai Fong en un restaurante árabe. Pero lo de menos era el lugar donde estábamos, lo importante fue que nos llenábamos el corazón de amistad, de cariño, de recuerdos compartidos, compartíamos algerías y tristezas, experiencias buenas y malas. 

¡Cómo es maravilloso tener amigos que te dejas de ver y aún así la conversación se retoma como si apenas ayer hubiéramos hablado! Agradezco a Dios que, no importa donde hemos vivido, siempre hemos encontrado amigos que permanecen, en ciudad de México, en Cuernavaca, en Francia, en Hong Kong... Amigos que llenan el alma, que son un bálsamo para el corazón.

¡Y comienza el espectáculo de luces!

Ahora en verde.

Cambio a rojo...



Nuestra visita frente a la rueda de la fortuna de Hong Kong.
Para terminar la noche, unos tragos en un restaurante con comida árabe. La shisha era de la mesa de junto, una pareja local que nos hizo favor de tomar la foto.
Regresamos a casa en nuestro democrático metro, o sea que en menos de doce horas nos transportamos en casi todos los medios de transporte disponibles en esta ciudad: taxi, camión, ferry, tranvía y metro. Solamente nos faltaron los minibuses, jeje.

Para cerrar la visita con broche de oro, el domingo por la mañana fuimos al centro comercial de Yat Tung a nuestro restaurante favorito de dim sum. Ya de ahí, Juan y Marcela tomaron un taxi al aeropuerto para volver a Hanoi, mientras nosotros regresábamos a casa para reincorporarnos a las actividades normales.

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