Here we go again...

Poco a poco, el pueblo donde vivimos por casi cinco años en las afueras de Tung Chung se fue transformando. Primero empezaron a construir casas por acá y por allá. Lo más pesado era cuando colocaban las puertas y ventanas, el sonido de la sierra cortando el aluminio es casi imposible de aguantar.

Luego empezaron a quitar los huertos que rodeaban el pueblo y cubrirlos de cemento para usarlos como estacionamiento. Más tarde comenzaron a colocar contenedores y cercar espacios con vallas para utilizarlos como depósito de material de construcción. Empezaron a entrar y salir camiones de carga; colocaron dos enormes grúas para mover las varillas y bloques de cemento usados para la construcción de la tercera pista del aeropuerto.
En un principio el trabajo iniciaba a las nueve de la mañana, pero poco a poco comenzaron a arrancar las grúas cada vez más temprano. 

Vista panorámica con las grúas y la zona de almacenamiento de material de construcción al frente.

 Y no sólo era el ruido; también nos molestaba el hecho de abrir la ventana y sentir que estábamos en la lateral de una gran avenida debido al olor de los camiones y las grúas.

Por esto decidimos mudarnos de casa y regresar a Mui Wo, la zona donde vivimos cuando llegamos a Hong Kong. Siguieron cuatro semanas intensas de buscar algo que nos gustara y que estuviera en precio.

La zona en Mui Wo donde vivimos ahora; caminando estamos a ocho minutos de la parada del camión y unos 15 del ferry, aunque normalmente nos movemos en bicicleta.

Cambiarse de casa nunca es fácil; para empezar está el reto de encontrar a dónde mudarse. Vimos un departamento que estaba muy bien ubicado, en un conjunto de casas con alberca muy cerca del centro de Mui Wo. La mayor desventaja era el tamaño, ya que sólo tiene 55 m2, y con Andrea y Nico todavía en casa hubiéramos quedado bastante apretados. 

El balcón con mis plantitas.

Luego fuimos con dos agentes de bienes raíces diferentes. La primera nos mostró dos o tres propiedades, pero en el pueblo de Pui O. El segundo tenía anunciadas unas cinco o seis propiedades que cumplían con nuestros requisitos; 70 m2 (700 pies2), al menos dos recámaras, y balcón o patio. Como gran parte del valle de Mui Wo sólo es peatonal, rentamos bicicletas y nos llevó a recorrer depas. Había unos nuevecitos, con buena distribución, pero estaban al fondo del valle, como a unos 20 minutos en bicicleta del muelle, así que los descartamos.¿Se imaginan tratar de llegar al camión mientras cae un aguacero tropical?

Durante el recorrido aprovechamos para fotografiar los letreros de casas en renta que veíamos, y gracias a uno de esos encontramos el departamento en el que estamos ahora.

Vista desde el balcón, el primer amanecer en la nueva casa.

Con frecuencia las vacas y búfalos de agua pastan en el área verde frente a la casa.

Nunca es fácil cambiarse de casa. Antes de empacar hay que revisar todo y decidir qué se queda, qué se regala y qué de plano se tira. Un tema en nuestra familia son los libros; siempre tenemos demasiados, en opinión de mi marido. A pesar de que esta es la cuarta vez que nos mudamos aquí en Hong Kong, se vuelven a poner a prueba nuestros apegos. En mi caso, por ejemplo, a los libros y a los recuerdos: programas de conciertos, boletos de entrada a una obra de teatro, tarjetas de cumpleaños...

Y luego están la manera individual de trabajar, a qué le damos prioridad de las tareas que se deben hacer, el tiempo que se trabaja antes de tomar un descanso, de quién se encarga de qué cosa... Todo esto unido a la presión de tener todo listo y empacado para cierto día es una mezcla explosiva que lleva a malos entendidos, roces y explosiones.

Pero a fin de cuentas superamos los retos y ahora estamos instalados en la casa nueva disfrutando de la paz y tranquilidad del vecindario y de la vista a los pastizales entre la avenida y nuestra casa.

El comedor

Después de la mudanza, Ulises tuvo unos días libres, y Nico estaba en exámenes, por lo que no necesitaba ir a la escuela todos los días. Yo me iba en la mañana a dar mis clases y cuando regresaba por las tardes siempre me encontraba que habían avanzado un montón desempacando cajas, colgando cuadros, acomodando cosas... Una ventaja de vivir en un depa de 700 pies2 es que tienes muchas menos cosas que acomodar, jeje.

Algo muy importante para mí en cualquier casa es la cocina. Me encanta cocinar y hornear, experimentar platillos nuevos, expresar mi creatividad a través de sabores y olores.

Una de las cosas que más nos limitó a la hora de buscar casa fue precisamente la cocina. En la mayoría de los village houses la cocina es pequeñita, con dos planchas de cemento y una tarja como único mobiliario. Son pocas las casas ya remodeladas con una cocina integral como las que conocemos en México, y el depa que encontramos no es la excepción. A la derecha está la foto de cómo estaba la cocina cuando nos entregó las llaves la casera, una señora china ya mayor. La barra blanca de la izquierda está a una altura de 60 cms, y cuando le comenté que me quedaba muy baja, muy seria me jaló un banquito y me señaló que podía yo cocinar sentada. Me costó trabajo quedarme seria también y agradecerle en vez de morirme de risa.

En fin, así es como se ve ahora la cocina, con una barra de madera que está a mi altura y que además duplicó el espacio para almacenar cosas. Una ventaja de este depa es que la instalación eléctrica es nuevecita y hay bastantes contactos, algo importante en la cocina porque tanto el horno como las hornillas son eléctricos. Eso sí, ha sido toda una aventura aprender a cocinar con inducción ya que no cualquier sartén u olla funciona con este tipo de hornilla, y se me hace bastante difícil regular la temperatura.

Otra vista de la sala y de la puerta de entrada.

 En resumen, nos hemos adaptado bien al nuevo depa y también a tener presente el horarios de los ferrys cuando vamos a Central, sobre todo para no tener que tomar uno lento que hace una hora en vez de 30 minutos.