Cinco minutos más para la cuenta atrás...

Desde que vivimos en Hong Kong, celebramos por partida doble el año nuevo. Primero lo hacemos el 31 de diciembre, al igual que el resto del mundo occidental, y unas semanas después toca el turno de festejar el año nuevo chino.
Este 2019 los festejos para recibir el año del puerco iniciaron el 5 de febrero, y desde el fin de semana Hong Kong se ha comenzado a llenar de gente local y turistas visitando los mercados de flores, templos y atractivos turísticos. La ciudad se ha pintado de rojo y dorado, con edificios de oficinas,  tiendas, conjuntos habitacionales y casas decorados con árboles de mandarinas, cerezos en flor, símbolos de prosperidad y salud e imágenes de puerquitos por doquier.


Todas las noches del año nuevo hay cohetes, sólo que, a diferencia de México, hacen una tira larga cubierta de papel rojo que cuelgan de los árboles o postes de luz, para luego hacerlos reventar todos juntos. Aquí en el pueblo también pudimos disfrutar de unos
Lo que queda de los cohetes.
fuegos artificales, aunque en realidad es ilegal lanzarlos sin el permiso y la supervisión de la autoridad competente... Nosotros los vemos desde primera fila porque lanzan los fuegos pirotécnicos desde el muro de contención de un canal que queda como a 50 metros de nuestra casa, sin nada que se interponga; simplemente salimos al balcón a admirar las luces.


Ayer por la mañana Nico y yo escuchamos el ritmo inconfundible de los tambores y platillo que acompañan el Lion Dance, así que salimos a verlo un rato. Después nos seguimos, recorriendo los diferentes pueblos que conforman Mui Wo para ver las decoraciones. Alrededor de las puertas se colocan unas tiras de papel rojo inscritas con los buenos deseos para el nuevo año, como se puede apreciar en la foto abajo.


Y no sólo las casas están decoradas, también los altares que se encuentran a a orilla del camino llaman la atención con sus adornos rojos y sus varitas de incienso prendidas.

Aparte de los cohetes y los leones bailando en la calle, todo está quieto en Mui Wo durante estos tres días. Están cerrados la biblioteca y el gimnasio, la mayoría de las tiendas pequeñas y restaurantes familiares, pero hay mucha gente que va y viene, visitando a los abuelos, a los tíos y primos, o algún otro miembro de la familia extensa.

Y una de esas visitas decidió que le gustaba mi bicicleta, que había yo estacionado enfrente de la casa, como de costumbre, ¡y se la llevó!


Así recibe el aeropuerto de Hong Kong a los viajeros.






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