El trabajo más aburrido del mundo...
Durante los cuatro años que di clases en la escuela de Tung Chung, en el terreno ubicado justo enfrente estuvieron construyendo cuatro torres de edificios con viviendas de interés social. Dos de las torres tienen 40 pisos mientras que las otras dos sólo (por así decirlo) llegan a los 30; en la parte inferior de las torres hay una zona comercial que, ahora que acaban de inaugurarlos, aloja un restaurante, un supermercado, un 7-11 y una tlapalería.
Cada vez que salía un camión de la zona de obra, le lavaban las llantas con agua a presión, evitando que la calle se llenara de polvo y arena, algo que los alumnos seguro agradecieron.
Mientras los edificios estaban en contrucción, cada tres o cuatro meses aparecía algún joven que se quedaba parado todo el santo día en la banqueta frente al colegio.¿Su trabajo? Segurmante uno de los más aburridos del mundo: Medir el nivel de ruido producido por grúas, camiones, trascavos, taladros, martillos hidráulicos y sierras...
En una de las ocasiones que pasé junto a uno de los jóvenes (cada vez era un chico o chica diferente), le pedí permiso de fotografiar su equipo. No sé si fue por la barrera del idioma, pero no se veía muy convencido, aunque al final me dio su autorización.
Ignoro si estar midiendo el ruido sea para palomear algún punto del reglamento respectivo, o si realmente el gobierno hubiera tomado cartas en el asunto si el ruido era excesivo.
A mí en lo personal me molestó poco; el salón donde daba clases de español se ubica en la parte de atrás, viendo hacia el río y la montaña, por lo que no se escuchaba nada.
Ya cuando los rascacielos pasaron el último piso de la escuela, en ocasiones llegamos a escuchar ruido de la construcción en la casa en la que vivíamos, pero nunca fue tan molesto como la grúa que teníamos metida en el pueblo o los albañiles que estaban levantando la casa frente a la nuestra -en especial cuando colocaron el aluminio para puertas y ventanas.
En esta foto pueden ver cómo se veía al momento que comenzaron las obras, cuando apenas habían levantado los primeros pisos de las torres. |
Cada vez que salía un camión de la zona de obra, le lavaban las llantas con agua a presión, evitando que la calle se llenara de polvo y arena, algo que los alumnos seguro agradecieron.
Mientras los edificios estaban en contrucción, cada tres o cuatro meses aparecía algún joven que se quedaba parado todo el santo día en la banqueta frente al colegio.¿Su trabajo? Segurmante uno de los más aburridos del mundo: Medir el nivel de ruido producido por grúas, camiones, trascavos, taladros, martillos hidráulicos y sierras...
En una de las ocasiones que pasé junto a uno de los jóvenes (cada vez era un chico o chica diferente), le pedí permiso de fotografiar su equipo. No sé si fue por la barrera del idioma, pero no se veía muy convencido, aunque al final me dio su autorización.
Ignoro si estar midiendo el ruido sea para palomear algún punto del reglamento respectivo, o si realmente el gobierno hubiera tomado cartas en el asunto si el ruido era excesivo.
A mí en lo personal me molestó poco; el salón donde daba clases de español se ubica en la parte de atrás, viendo hacia el río y la montaña, por lo que no se escuchaba nada.
Ya cuando los rascacielos pasaron el último piso de la escuela, en ocasiones llegamos a escuchar ruido de la construcción en la casa en la que vivíamos, pero nunca fue tan molesto como la grúa que teníamos metida en el pueblo o los albañiles que estaban levantando la casa frente a la nuestra -en especial cuando colocaron el aluminio para puertas y ventanas.
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